Tallín y yo

En Estocolmo las noches pueden ser muy duras. Especialmente volver a Björnkulla a altas horas de la madrugada, con temperaturas que quitan el hipo, y un atolondramiento mental que puede llegar a ser peligroso, inocente pero peligroso. Caldo de cultivo para situaciones surrealistas.

Pagar religiosamente 3 euros por un café y un croissant duele menos de madrugada. El café del Seven Eleven es horroroso, hay que aliñarlo con leche, casi salpimentarlo. Junto al puesto de la leche hay un hombre robusto, de cabeza rapada y rostro amable pero serio. Edad media; cansancio superior a la media.

Me dirigo al aliño, resulta que no queda suficiente leche en el brick indicado. Le pregunto por el necesario liquido.

– Coge estos – indicando unos extraños triangulos de leche rala típicos de Suecia.
– Joder, jamás había visto esta leche, en España no tenemos nada parecido, es que ¿sabes? Soy un estudiante español.
– Ah, yo tampoco soy de aquí. Soy de Estonia.
– ¿De verdad? Estonia, Tallín y tal… ¿no?
– Si, así es – con gesto benevolente
– ¿Y que te trae a Suecia? ¿Trabajas aquí?
– No, que va… estaba en la cárcel. Salí ayer.

Trago saliva, y mantengo la mirada fija, fijísima en mi café. La leche empieza a clarecer este mejunje infame. Y tras unos infinitos quince segundos, decidí preguntarle la cuestión que inmediata e irremediablemente te surge al hablar con un ex convicto.

¿Y por qué acabaste en la cárcel?
– Nada, por robar – la miradas se encontraron, la suya quitaba peso al asunto
– Ahhh… – aseguro con una carácter tolerante y comprensivo

No contento con eso:

¿Y como te sientes en libertad? Quiero decir, es lo mas grande que puede tener una persona – matizando lo inmatizable con el fin de no sonar cotilla ni molesto.
– Si, lo aprecio mucho. Estar allá dentro no está bien.

Estaba claro que la conversación no debía llegar a mas profundidad, bastante era ya. Mi brazo en su brazo, un gesto muy analizable por Javier Marías, mezcla de frontera física, respeto y apoyo fue lo último que interactué con aquel hombre del que me despedí con un: mucha suerte.

Lo dicho, el café del Seven Eleven es horroroso, hay que aliñarlo con leche, casi salpimentarlo

2 comentarios en “Tallín y yo

Deja un comentario