Back from the USSR (Parte III): Encantos y contrastes

Moscú tiene dos peculiaridades muy obvias, cualquiera que haya tenido el privilegio de visitarla creo que sabría fácilmente identificar que se trata de una ciudad hostil pero cálida al mismo tiempo. ¿No son términos opuestos? Me explico.

Una ciudad donde sus ciudadanos no hablan inglés, y sobre todo, no hacen el menor intento por hablarlo. Una ciudad donde un guarda de seguridad zarandea a un polizón de metro. Donde numerosas camareras como mesas-camilla, con aspecto de ama, observan impasibles y arrogantes la confusión del turista. Una ciudad con unos precios tan variables como tu nacionalidad, tus rasgos faciales o tu arrojo. Una cuestión de determinación. Moscú no es un sitio en el que dudar. Moscú es una ciudad hostil.

Al mismo tiempo, estamos hablando de una ciudad con una vasta cultura musical, y de danza. Bellisimos edificios dedicados al arte. Una universidad asombrosa. Un metro de dimensiones colosales y un propósito escultural. Un museo subterráneo al alcance de la clase mas humilde, quizás reflejo de aquella época en la que parecieron ser el centro del universo romántico/político. Jardines encantadores, plazas acogedoras. Paseos infinitos y siglos, muchos siglos, en las cúpulas de sus vigorosas catedrales. Un centro de la ciudad totalmente cautivador, con miles de rincones que rezuman historia e historias. Moscú es una ciudad cálida.

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