El principe Aswad

Mitad Mowgli, mitad Aladdín. Estos dos arquetipos literarios ilustrarían a la perfección al personaje del siguiente post, y es que él es en realidad muy literario. No estamos hablando sino de Aswad, nuestro pequeño vecino. Posiblemente el individuo mas famoso del pasillo.

Este enano bengalí de 2 años representa en sí el mito del buen salvaje. Educado bajo los peligros de una cocina común con fuegos, sartenes, cuchillos y hornos por doquier y junto al amparo de los estudiantes internacionales de turno que le preste atención, se gana el cariño de todo el vecindario con sus juegos y ocurrencias. Y es que cuando nos encontramos a esta pequeña gran persona el primer dia, se mostraba inseguro de entrar en nuestro cuarto. Ahora se está confiadísimo. Ahora pasa sin llamar.

Y decimos que representa el mito del buen salvaje por esa pericia especial para conseguir lo que quiere y sacar tajada de las situaciones mas curiosas. Lo mismo juguetea con un balón de futbol que nos sustrae alguna galleta que encuentre a su alcance. Cuando está con nosotros sabe que algo seguro se lleva como recompensa. A todo esto con una comunicación entre bengalí, sueco e inglés. La poliglotía del buscavidas. Un pequeño príncipe del pasillo, un slumdog de Björnkulla.

El oro de Bangladesh

Mi conectividad se ve muy reducida debido a un curioso fenómeno que muchos ya conoceréis. En un país tan moderno y progresista como Suecia resulta que se produce la enorme paradoja, de que una residencia universitaria no tiene acceso a Internet. Esto es, gente que en su mayoría proviene de países extranjeros, y que además va a necesitar conexión a Internet para realizar tareas de la propia universidad, no tienen acceso a este preciado bien.

Pero además, en nuestra residencia vivimos una segunda paradoja, y es que estamos completamente conquistados por gente de asiática. En nuestro edificio predomina el curry y el arroz, el Bollywood y el criquet. En efecto señores, tenemos a una extensa comunidad de pakistaníes, indios y bangladesíes como vecinos; y como buena colonia acaparan los mas importantes recursos del edificio: cocina e internet. No quiero resultar xenófobo con esta reflexión, pero ¿no parece paradójico que personas de lugares con una bajísima tasa de acceso a internet controlen todas las conexiones del edificio? ¿Cúantos bangladesíes no se habrán conectado jamás a Internet?

En fin, veremos si las negociaciones llegan a buen puerto. Saludos desde Bjornkulla, capital de Bangladesh.