Eran las 2 de la tarde, y desde nuestra la ventana de nuestra habitación se percibía una mágica aparición. Un ser que envolvía tanta naturaleza y armonía en su cornamenta y en su asustadizo hocico cada vez que estiraba y erguía el cuello en búsqueda de hierba. Una aparición fantástica que acaparaba toda nuestra atención, como la de un niño que visita por primera vez un zoológico. La mirada ensimismada y la boca irremediablemente abierta.
El famoso cervatillo de Björnkulla se acercaba a nuestro regazo, un animal salvaje en un entorno natural pero humanizado. Quizás esa era la señal inequívoca de que, en efecto, la primavera tocaba nuestra puerta, en este caso nuestra ventana en forma de silvestre regalo, unos minutos para apreciar la fauna autóctona y reencontrarnos con una naturaleza perdida en nuestra acotada y urbana mentalidad. El misticismo del cordero, o el cervatillo… lo mismo da, pero el ambiente era en sí muy místico.
Y en efecto, este fenómeno fue un anticipo, un anticipo fantástico para un día de tiempo esplendoroso que parecía haber sido acordado previamente, y es que hoy en Suecia se celebra la llegada de la primavera como antesala de una fiesta nacional mañana por el día del Trabajo. Un día de disfrute familiar, y disfrute de la ciudad. Como principal atracción una serie de eventos especiales en Skansen, el museo al aire libre, con marcado carácter escandinavo donde se pueden visitar distintas construcciones típicas del país así como, y aquí viene la paradoja, animales propios de Escandinavia.
Como colofón, un enorme fuego, que personalmente recordaba y traía muchas memorias de noches de San Juán, una hoguera con menos emoción que las ibéricas aunque quizás mas apreciada en este país ya que la alianza con el tiempo y la temperatura fue tal que permitió generar una atmósfera irrepetible para tal evento. Walpurgis lo llaman, lo dicho, ojalá haya llegado de verdad la primavera y ojalá se quede mucho tiempo entre nosotros. Hoy como pequeña muestra no ha estado nada pero que nada mal.