Estocolmo y Erasmus mostrando su mayor potencial. Encantador, nevado, soleado, delirante, cruel, peligroso, divertido… un fin de semana comprimido e intenso. Especial. Al igual que en la popular pelicula de Woody Allen, mi más especial invitado disfrutó de la parte mas lúdica de esta poliédrica experiencia que es el Erasmus. Al igual que en la película de Woody Allen, la épica y el divertimento guiaron el argumento de la historia.
Y digo esto, porque desde el primer momento el fin de semana dejó historias para el recuerdo. Un caminito por el bosque prohibido tras equivocarte de parada de autobús es suficientemente ilógico para empezar. Adorar y al mismo tiempo sufrir las normas cívicas de este país, es suficientemente paradójico para continuar. Ser testigo de una de las mejores y mas multitudinarias fiestas universitarias del cuatrimestre, y lo que es más, convertirte por motivos propios en uno de los protagonistas, es totalmente irrepetible. Al alcance de muy pocos.
Todo eso lo regamos con una divertida visita al Moderna Museet, para desengrasar un poco con mierdas de plástico a tamaño colosal, penes erectos, “Perro Andaluz”, muñecas hinchables, conferencia con un choteo especial a la comunidad musulmana. En definitiva una indecente alabanza a la cultura occidental y a la mentalidad sueca.
Creo que esas dosis de “escandivismo” resultaron prolíficas y la clase magistral de Erasmus útil para próximos cursos. Lo aplicará con tenacidad y con un toque de improvisación, de eso no cabe duda. Pero lo aplicará. El tablero es amplio, y las fichas se mueven rápido. La última fue en Londres, esta en Estocolmo… ¿la próxima en Gante?